La imagen más vista en el mundo – puede ser y habría que pensar si eso es un mérito – es el muy famoso icono del Che Guevara, con su boina, su estrella, su cabello largo y su presencia clara de guerrillero, que hallamos en muchas manifestaciones de mercadotecnia – y claro, en las callejeras -- aunque eso pudiera resultar un contrasentido, al fundirse en trabajo común la forma más evidente del capitalismo y la expresión más clara – o eso debiera ser – de la lucha socialista, que entre otras cosas quiso desembarazarnos de esa alienación consumista y propagandística.
Hace 40 años – el 8 de octubre de 1967 – fue asesinado en Bolivia y la noticia dio la vuelta al mundo inmediatamente y estimando las condiciones de los medios de comunicación en esa época, menos potentes y penetrantes que los que nos mostraron, por ejemplo, el ataque aéreo a las torres gemelas – de NY, pero es lugar común ya decirlo así --, el mundo se enteró en horas de ese hecho violento, que más que privar de una vida – que por supuesto sucedió – inició una de las leyendas más influyentes en el mundo contemporáneo.
Pero acaso hoy mismo, ¿el icono sigue incólume?, o bien, ¿se ha transformado hasta lo intolerable por el propio Guevara?
¿Qué es, para los jóvenes de hoy mismo, esta imagen? Los símbolos representan cosas y forman en sí mismos un lenguaje, un significante, que entonces debemos traducir en semántica, para comprender el significado y no confundirnos. Ese significante tiene un significado, pero, ¿es el que representa la verdad o es uno que ha sido manipulado, para convertirlo precisamente en lo que no es?
¿Qué significa esa imagen del Che, 40 años después de su muerte?
Es una imagen revolucionaria, tal vez anacrónica;
Es un símbolo juvenil;
Equivale a una imagen de Jim Morrison o de Elvis;
Traerla en una camiseta, implica un status interesante;
Mostrarla en pancartas durante una marcha, nos brinda identificación;
Se usa para molestar a los norteamericanos;
No se, pero se ve bien;
Tiene que ver con los movimientos universitarios del 68;
Implica antiautoritarismo;
Nos hace sentir ciudadanos del mundo;
Nada.
Podemos marcar cualquiera de esas posibles respuestas o inventarnos otra, seguramente mejor o más llamativa o que logre de buena manera expresar nuestros sentimientos y a veces, nuestro pensamiento.
No cabe duda que la imagen tiene su encanto, es carismática, es estética, pues retrata a un hombre, una época, una lucha y todo su romanticismo implicado, pues hablamos de años heroicos. Tiene, además, la fuerza de ese rostro convencido, de rasgos fisonómicos que asociamos inmediatamente a causas justas y eso nos resulta de una belleza extraordinaria, cualquiera que sea nuestra convicción ideológica o como quiera que integremos nuestros sistemas de ideales.
El viaje de Guevara con un amigo en motocicleta por Sudamérica, se hizo ya una película de donde una gran mayoría asumió su personalidad; se le asocia hoy con un gobierno dictatorial caduco como el cubano y entonces los sectores conservadores e incluso los liberales, tienden a menospreciarlo, pero la imagen sigue siendo atractiva. Se le vio departiendo y hasta flirteando en una película sobre Frida – cómo no – durante una fiesta de amigos comunistas y de ideología extrema.
Pero, para los jóvenes, ¿representa alguna idea vigente?, o ¿ya fue transformado en una especie de aviador extravagante, como es el caso de Howard Hughes? El hecho de vender su imagen, como si se tratara de mercancía deportiva o de un conjunto de rock, ¿representa un acto de divulgación socialista o un franco hecho capitalista de mero mercadeo, con un copyright que a nadie pertenece?
La segunda opción, que es la más probable, tiene un efecto banalizante, pues acaba por trivializar, minimizando, a un hombre, un hecho, una lucha. Pareciera que en un primer momento, cuando alguien utiliza el icono, busca un elemento decorativo, pues es, simplemente, atractivo y en segundo lugar, sólo en segundo lugar, puede buscarse un mensaje de estar contra el “establecido”, el muy famoso establishment.
Tal vez, intuitivamente, en el inconciente colectivo, se presiente algo de limpieza ideológica, aunque no se esté muy seguro de ello. Para envidia de muchos, la imagen del Che ha sobrevivido a otras que parecieron equivalentes y que se han desdibujado, como pudiera ser la de nuestro autóctono Marcos; la de John Lennon o la de un luchador por los derechos civiles como Martin Luther King. No alcanzaron estas a cubrir el espectro social y mundial necesario, para imponerse en el imaginario de la comunidad internacional.
El Che, antes de partir a Bolivia o a “cualquier lugar donde se necesitara el concurso de sus esfuerzos”, se despide en 1965 de la Revolución Cubana y de su líder Castro -- en aquél entonces todavía con una buena imagen internacional --, renunciando a su cargo de Ministro y a su rango de Comandante, para que “nada formal lo atara a Cuba”, más allá de los lazos emocionales. Afirma luchar contra toda forma de imperialismo, donde cabe el soviético y no sólo el norteamericano y de ahí sus reconocidas desavenencias con Fidel.
Es un acto de renuncia real y se vuelve a las montañas, a luchar.
Ese sólo acto le da pureza a su obra revolucionaria y tal vez es eso lo que se advierte en la imagen que hemos venido comentando. Quien no es comunista a los 18 años, es un inconciente, pero quien lo sigue siendo a los 40, es un imbécil, dijo algún político de la ideología conservadora. Lo que habría que averiguar, es qué clase de mundo socialista imaginaba Guevara. ¿Por qué el imaginario popular lo mantiene como divisa? Aun y cuando nunca se hubiera leído su ideario; aun cuando se trivializa su imagen; aun cuando en su nombre no se manifiesta repudio al establecido, sino se realizan actos de vandalismo; aun cuando se ha tomado por algunos como su signo de desencanto y amargura, ante la impotencia de luchar en la fiera competencia capitalista.
El icono sigue despertando inquietudes. Seguramente y dejo esto como una posible conclusión, por su sincretismo y por su misterio; por decir todo y no decir nada; por esa necesidad del hombre de soñar. Por que si todos estamos con él, nadie en realidad está con él. Quien busca la libertad no aspira al consenso y sostiene el disenso.
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